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Procura el surrealismo. Ejercicio interior que juega a la expresión.
Este blog en un principio nace como un homenaje a esa generación de brillantes "locos" que, en su tiempo, alumbraron estéticamente a la humanidad y nos dejaron para siempre su aporte multiforme para el alma.

Intenta en tema y técnica seguir la senda, pero más a modo de vitalizante talismán, porque en la práctica... ¡Ay, con las ideas! Jamás surgen del interior sin filtrarse a través de la razón, ese atenazante mecanismo de defensa. Pero, en fin, se escribe por impulso, aunque luego se haga uno a la idea de que el material no ha sido pulido y es espontáneo, selvático, suerte de retorno hacia las esencias. Tal es el surrealismo: arrojo, salto a la selva primigenia, mas utópico sueño..., porque ¿quién hombre civilizado puede desprenderse de su condición plastificada? El acto poético es un intento de recuperación de las naturalezas perdidas, pero aun ella, la poesía, es trabajo de artesania.
(Sea la técnica surrealista una ubre de ordeño para la inspiración y la idea, por un lado, pero por el otro, un camino para el desagüe: quien escribe lo hace como por trabajo de alcantarillero: drenaje) .
Aquí el concepto:
Surrealismo: Puro automatismo psíquico, por medio del cual se intenta expresar, verbalmente o por escrito, o de cualquier otro modo, el proceso real del pensamiento. El dictado del pensamiento, libre de cualquier control de la razón, independiente de preocupaciones morales o estéticas...

viernes, 22 de mayo de 2009

Colibrí

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí.

Con nostalgia noto que el dinosaurio sigue allí, como reza un nuevo cuento viejo de la brevedad.  Pero como en otra dimensión, donde se me hace difícil pronunciar palabras, inventar cantos y derramar ansias.  Está allí lejos, al lado mío, y a veces pienso que como tiempo que es, acumulado en un centro de piel infinito, sobre una madeja de dentelladas, supuestamente cruel e implacable, me teme cobardemente.

Mi cuerpo no resiste una flor y a diario el colibrí puede estremecerlo.  ¿Cómo amenazar desde el vacío a ningún cielo?  ¿Cómo presumir más allá del polvo que voy siendo?  Gota que cuelga, bambú que se cimbra, gaviota envejecida, pequeño ruido o alarido, espora… Recorte mitológico de una fantasía que ya ni vuela, no puedo generar estampidas; sólo esperar recepción.

jueves, 7 de mayo de 2009

Una historia de raíces

Mucho se ha comentado de mi nueva sonrisa.  No puedo evitar desplegarla por doquier, incluso a sabiendas de que me podrían tildar de cínico.  Pero voy en paz, desde aquí mi centro de reclusión vital, y siento el frío de la tarde como si brillara en mis dientes.  Contemplo el corte de la estampa universal que me está dado vivir, y luego vuelvo al rincón de mi aposento consuetudinario.

No es seráfica tampoco.  Simplemente es una comprensión de amanecer que te acerca un poco más al ocaso.  Y el alma se te llena a cántaros de voces, de preguntas infinitas y de tantos deseos finales.  Tan viejo es el mundo que no se puede evitar la invasión poderosa de conocer sus orígenes, supuestamente sombríos.

Mis amigos se preocupan, porque no pueden comprender que se pueda ser feliz  con algo como eso, es decir, por nada, en su parecer.  Imaginan que estoy loco.  Y yo los dejo con su razón, pues me satisface verificar cómo sus mandíbulas viajan sin ton ni son de la sonrisa al llanto.  (Ello me reconforta).  No puede ser sano que un hombre condenado no ansíe la libertad.

Y así con el condenado resto de los otros seres.  O cosas.  Vienen a mí desde el mundo de la belleza a recitarme sus sirenas sobre el jergón de la cama.  Y yo los aparto de mí con distancia, como para no aporrear su orgullo.  Le digo al viento que vuele y al pájaro que cante mucho más allá, entre el follaje sintónico del bosque, porque aquí entre mis paredes hace frío.  Como también podría pedirles lo contrario:  al pájaro que vuele y al viento que cante.  Da igual.

Y más nada les digo.  Igual me desplazo hacia la ventana y contemplo la fila de árboles que esperan mi polvo entre sus raíces.  Es la alegría del viaje, incompresible para quien queda vivo.  He amado siempre la apacibilidad de un árbol, cuanto más si está entre las veras de un camino.

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