Humedades
En días pasados anduve con el agua al cuello...
En fin, no es exacto:
algunas gotas rebasaron más allá y se colaron hasta las puertas celestiales.
Debo confesarlo.
Mi paso era trastabillante.
Una chancla en mi pie arrastraba una ansiedad de vida
viscosa sobre la alfombra;
un arrebato verde tierra golpeaba en mis oídos.
Mi mano tembló al procurar el pomo de la puerta...
Y luego un viento verdes langostas ─el verde, otra vez─ casi me derriba.
El sol se expandió con lejanías ondulantes de una bailarina árabe:
poderosa oferta sensual de vida sobre un plano también vital pero desértico.
Allí el balneario, el oasis...
Y, si tú quieres, mi acompañante invisible,
la pintoresca palmera.
Y he hacia mí la duna, la también pintoresca ola de arena
recortándolo en un hilo de horizontes,
a aquél, al sol que da vida.
Tributándole humedades...
Es un decir de que se me anegaron los ojos.
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