Viejos tiempos
"Los tiempos han cambiado", se dice siempre, y por lo general lo hace el de una generación que se siente invadida por recursos o artilugios de otra nueva. ¡A cambiar de posturas, pues! ¡A sentarse como lo manden las nuevas sillas, con un pie al aire o las piernas abiertas!
Una hija mía nunca dirá que le resulta extraño escribir o realizar su tarea frente al computador: apenas cumplen los catorce. Nacieron el un ambiente cargado de pantallas y de explicaciones sobre bits electrónicos. Me peleo con ellas a veces cuando le mandan tareas del colegio que se suponen han de encontrarse en los libros y ellas apuntan a la máquina o el cyber. ¿Qué se va a hacer? Yo, por mi parte, cuarentón de cuatro esquinas, me tengo que adecuar. Antes, con mis cuadernos y ficheros portátiles; ahora con la Internet por doquier y una biblioteca comprimida en un pendrive.
Los tiempos han cambiado. Ahora, que vivo pegado a una pantalla, cual insecto nocturno sobre la luz, mi problema, mi página en blanco es la pantalla misma. Infecundo de ideas, miro la pantalla, como en el pasado (en una tarde tediosa) miraba la hoja o cuartilla.
Véase: quien escribe se reacomoda a la vida, y describe este sentimiento porque ahora es cuando decide llevar sus archivos de trabajo, redacción o creación a Internet, y como viaja con frecuencia, no tendrá necesidad de arrastrar con cadenas pegadas al vehículo una biblioteca personal. No se trata de un mayor que se incorpora a las nuevas tecnología, pues la programación y los conocimientos de hardware de los equipos no le es desconocida desde el mismo inicio de la Era informática en el país. Se trata, más bien, de un perdido sentimiento de pérdida, de una suerte de poética nostalgia, de la imagen de un tranquilo o alocado escritor de cuentos o poeta o pintor a la sombra de un viejo árbol contemplando un paisaje de rancia belleza.
1 comentario:
pues lo entiendo también me ha costado adaptarme a todas las herramientas de las tecnologías!!
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