También...
Aún la luz afuera no termina con su lluvia. No es posible todavía el silencio. Y, en consecuencia, una bocanada de esperanza pretende contagiar mi alma de las mil fugas, como si no respetase mi vocación de puertas, como si yo no fuese una palabra que vuela, una promesa también de férrea consumación de los destinos. Una mi versión particular del cielo.
Comprendo lo que dicen los libros y el perfil azulado de una estrella que pestañea. Es cierto: con la belleza se tiembla. Pero una belleza azulada tiene un particular temblor y, aunque así encabrite al mundo, desde el fondo de la tierra, como de nuestras almas, mil otra tonalidad podría estremecerlo también, cuando no aniquilarnos, según se tenga o no profesión de sombras.
Vengan a mí, pues, susurros del atardecer. Posen sobre mi pierna el ave cantora de vuestras mil fantasías. Y entonen la promesa de la nueva vida, además de eterna, como reza el discurso... Que yo oigo y me extiendo hasta el centro de mi ser sin poder contener los cargamentos de la noche… Reo resignado de los oficios.
Inevitable de amaneceres, mirando al hondo tuyo o mio, presintiendo el baúl de los contradiscursos, asiéndome al canto de una piedra que se desgarra, ávido del libro de no sé cuántas noches borradas, y de los mejores silencios de una tarde seca, pido permiso para marcharme en medio de mi particular versión sensitiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario